El 14 de enero de 2021, día de su cumpleaños, Angely Bandera Martínez, inició su travesía hacia la Policía Nacional llevando consigo el espíritu inquebrantable de quien ha enfrentado la adversidad desde temprana edad. Su vida es un testimonio de autenticidad y un deseo genuino de servir a las comunidades. Su historia va más allá de las fronteras geográficas de su amada Guajira. Es un viaje de superación y sueños…
Fuera de la calidez de su tierra natal, la patrullera se convierte en un símbolo ambulante de su cultura. La Manta Guajira, de un verde oliva vibrante, es un estandarte ondeando como una bandera que atrae miradas curiosas. Su rostro pintado no es solo un adorno, sino una ruta simbólica que señala su salida de las limitaciones.
Muchos se confunden al verla, preguntándose si está embarazada, pero no, es un vestido de gala que lleva con orgullo, una manifestación de sus raíces que la conecta con su identidad. Aunque alejada de sus costumbres, le gusta sumergirse en otros territorios, explorar los panoramas locales para comprender mejor las realidades de las comunidades a las que sirve.
La infancia de Angely estuvo marcada por múltiples necesidades y vicisitudes. La pérdida trágica de una hermana llevó a su familia a buscar nuevas oportunidades en Barranquilla, pero por amenazas de muerte, regresaron a La Guajira enfrentándose a dificultades económicas extremas.
A los 12 años, Angely, experimentó la dureza de la escasez de alimentos y desafió las condiciones de hacinamiento con su familia en una pequeña casita de bahareque donde el piso de barro era su cama, sin embargo, esos momentos difíciles fueron los cimientos sobre los cuales construyó su fortaleza interior y carácter inquebrantable. Su fe en Dios no le permitía perder la esperanza.
A pesar de las dificultades, sus padres priorizaron su educación. La determinación de Angely la llevó a terminar su bachillerato e ingresar a la Universidad de La Guajira, donde estudió Trabajo Social. Afrontó desafíos económicos durante sus años universitarios, pero un subsidio del Gobierno recompensó en algo su esfuerzo y perseverancia. Su sueño constante es ayudar a los demás, encontrando en el agradecimiento de quienes reciben su apoyo, la mayor recompensa.
La pandemia de la covid-19 no detuvo su camino. Concluyó sus estudios de manera virtual, fortaleciendo lazos familiares y enfrentando el peligroso virus en casa que amenazaba con arrebatarle la vida. La patrullera guajira, no solo recorre calles, sino que también traza caminos de esperanza, risas y protección, llevando consigo la esencia de La Guajira a cada rincón donde su deber la lleve.
Angely, quien vivió en carne propia los estragos de la pobreza extrema, encuentra su mayor gratificación en la cercanía con los más vulnerables. Su rostro pintado se ilumina cuando los niños la saludan en la calle y la reconocen como una amiga. En su corazón late la convicción de que está haciendo las cosas bien, extendiendo su influencia más allá de las fronteras de La Guajira.
Su servicio policial la ha llevado a trabajar en diferentes lugares, desde Mompox hasta El Carmen de Bolívar y recientemente en Cartagena de Indias, desde la Policía, combina su profesión con un toque de comicidad, abordando temas de prevención y bienestar con una perspectiva única.
Durante el llamado “Plan Pistola”, donde varios policías perdieron la vida, su madre, atemorizada, le suplicaba que abandonara la profesión policial y se enfocara en su carrera, pero la fe de Angely en Dios y en sí misma es inquebrantable. Siente que su misión es estar en la Policía, honrando así el sacrificio que sus padres hicieron para que ella pudiera caminar con orgullo y valentía por las calles.
Aunque le gusta trabajar directamente con las comunidades, el nuevo contexto en la oficina de talento humano en el departamento de Bolívar, no ha disminuido su compromiso. Angely se enfrenta a la desigualdad y las injusticias con determinación, partiendo su corazón ante la realidad de quienes sufren. Su sueño va más allá de las patrullas y las operaciones; aspira a construir un comedor de paso para los habitantes de la calle, buscando ofrecer un respiro y una oportunidad para aquellos que más lo necesitan.
Cada paso que da, cada decisión que toma, es un testimonio de su resiliencia, adaptabilidad y dedicación a la causa policial. La experiencia en la Policía no solo es un trabajo social para Angely, es una misión sagrada que ella abraza con convicción. A pesar de las amenazas y los miedos, persiste, llevando consigo la fuerza interior que ha construido a lo largo de los años.
La aceptación en la Policía marcó el día más feliz de su vida, un punto de inflexión que la llevó más allá de la pobreza y las dificultades de su juventud. Su adaptabilidad a regiones fuera de su tierra natal ha sido clave para su éxito.
Soltera y liberada de las antiguas costumbres de su etnia, donde las mujeres eran cambiadas por dotes y obligadas a casarse, Angely ha trascendido esas limitaciones, demostrando que su valía va más allá de estereotipos obsoletos. Cada paso que da es una afirmación de su valentía, un tributo a sus padres y una inspiración para aquellos que la siguen en el camino hacia la justicia y la autenticidad.