En la Alta Guajira, la Universidad de Santander (UDES) puso en funcionamiento una planta desalinizadora que opera con paneles solares y energía eólica, capaz de convertir el agua del mar en agua potable, con una capacidad cercana a los 3 mil litros diarios.
Así, se benefician 34 familias de la etnia Uriana Wayuu que habitan cerca del sector conocido como Cabo Playa. Allí, gracias al liderazgo de la Fundación Mujer y Hogar, la comunidad recibe educación, alimentos y oportunidades para desarrollar proyectos productivos.
En mayo pasado, la directora de la Fundación, Mireya Buitrago, acudió a la Universidad en busca de apoyo para optimizar la planta desalinizadora, pues había dejado de funcionar. En respuesta, desde las vicerrectorías de Extensión y Posgrados, la UDES puso a disposición un grupo de expertos para esta misión.
El equipo estuvo conformado por ingenieros, en cabeza de las vicerrectoras Paola Carvajal y Gladys Lizarazo, junto con el director de Planta Física de la UDES, Sergio Contreras, y el director de la Maestría en Recursos Energéticos, Orlando Palomino.
Al llegar al sitio donde se encuentra la sede de la Fundación, los expertos identificaron que el sistema fotovoltaico entregado en 2018 requería adecuaciones técnicas, pues se evidenciaron fallas en los inversores y bancos de baterías.
Utilizando software especializado, se realizaron diferentes cálculos para conocer la cantidad de energía requerida para el proceso y se determinaron los elementos necesarios para su implementación. Así las cosas, se adquirió un inversor robusto capaz de resistir altas temperaturas y condiciones de salinidad, así como un banco de baterías adicional para complementar los existentes.
Además, se incorporó un aerogenerador para aprovechar el potencial eólico de la zona y suministrar energía adicional. Todos los equipos fueron donados por la Universidad con protecciones eléctricas adecuadas, incluyendo protección contra descargas atmosféricas y sobrecargas eléctricas.
Los ingenieros se trasladaron a la sede de la Fundación para hacer el montaje en dos días y medio. Durante esta visita, se revisó y optimizó la planta desalinizadora, que había estado inoperativa durante cuatro meses debido a fallos eléctricos.
Una vez completados los trabajos, la planta desalinizadora comenzó a producir agua potable, con una capacidad de más de dos mil litros al día, para abastecer a las familias de la comunidad y cubrir sus necesidades de consumo y alimentación.
Además, se garantizó la producción de hielo, producto que se convirtió en una oportunidad de trabajo para las madres de la fundación, quienes además comercializan panes y artesanías tejidas.
Al respecto, el ingeniero Orlando Palomino aseguró que este proyecto es importante, ya que impacta positivamente en una zona olvidada por mucho tiempo. “La falta de cobertura estatal y las condiciones de extrema pobreza en la región hacen que iniciativas como esta sean fundamentales para brindar a las comunidades oportunidades de desarrollo y supervivencia”.
Igualmente, el Director de la Maestría en Recursos Energéticos resaltó que este tipo de iniciativas cobran relevancia en el contexto nacional por su capacidad para satisfacer las necesidades básicas de agua potable y alimentación en una zona desfavorecida. “Además, se aprovecha el enorme potencial energético de la región, tanto solar como eólico, para garantizar un suministro sostenible y confiable”, agregó.
El impacto social de este proyecto es significativo, ya que proporciona a los niños y adultos de la comunidad la posibilidad de acceder a una alimentación adecuada, educación y un futuro prometedor. La presencia de la Fundación y la colaboración de expertos en ingeniería demuestran que cualquier contribución científica o social, por pequeña que parezca, puede marcar la diferencia y salvar vidas.
Este proyecto en La Guajira es un testimonio del potencial transformador de la colaboración entre diferentes entidades y la aplicación de conocimientos especializados para mejorar la calidad de vida de las comunidades más necesitadas.