La reelección de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela y sus repercusiones dentro del país y el mundo, simboliza un desafío significativo para Colombia y de manera particular para el departamento de La Guajira. Es claro que esta situación puede derivar en más problemas internos en la República Bolivariana y hacer más difícil la vida dentro de la misma. Por lo que es crucial analizar este escenario desde una perspectiva multidimensional, de hechos que ya están demostrados en la historia reciente de la relación entre ambos países, considerando elementos políticos, sociales y económicos.
A nivel político, la inestabilidad en el vecino país, ha generado tensiones en la zona fronteriza ubicada en Paraguachón “La Raya”, con implicaciones para la seguridad y la gobernabilidad en ambas naciones. Esta frontera, de aproximadamente 2,219 kilómetros, es una de las más largas y activas de Latinoamérica, con un flujo constante de personas y bienes, que abarca la presencia de grupos armados ilegales y constantemente el aumento de la criminalidad, como consecuencias directas.
En lo económico, los problemas internos de Venezuela y las tensas relaciones diplomáticas entre Caracas y Bogotá, han tenido serias consecuencias negativas para ambos países, los cuales son dos socios comerciales claves, que conforme lo indicó la Asociación Nacional de Comercio Exterior (ANALDEX), entre 2007 y 2008, lograron negociaciones aproximadas de 7.000 millones de dólares, mientras que para el año 2019, el peor momento de intercambio comercial, se negociaron menos de 500 millones de dólares, afectando la generación de empleo y riqueza en ambos. De manera particular para la industria colombiana, puesto que Venezuela es un comprador de bienes no tradicionales.
Esta situación ha tenido un impacto considerable en la economía del departamento de La Guajira, exacerbando la crisis en áreas como Maicao, Uribia y Manaure. Queda demostrado que, dados sus vínculos históricos con el vecino país, se han creado efectos que aún son incalculables para la industria y el comercio que aun sobrevive en estos territorios. Los guajiros que tradicionalmente han dependido de la comercialización con la República Bolivariana, han experimentado una recesión económica de la cual aún no se recuperan.
Socialmente, la llegada masiva de migrantes a Colombia, ha puesto a prueba la capacidad de respuesta de las instituciones nacionales, generando una crisis humanitaria que ha sobrepasado los recursos disponibles. De acuerdo con ONU Migración 2024, las cifras al año 2023 estiman que hay un total de 7’710.887 millones de personas venezolanas refugiadas en el mundo, de las cuales 6’527.064 se encuentran en América Latina y el Caribe. De esa cifra 2’894.593 se albergan en Colombia, convirtiéndolo en el principal país receptor de esta población.
La Guajira es una de las primeras puertas de entrada de esta población a nuestro territorio y tal como lo indica el Ministerio de Salud en 2024, en el departamento hay 164.095 venezolanos, distribuidos en los 15 municipios, es decir en el 100% del territorio, principalmente en Maicao con el 42% (69.624 migrantes) y Riohacha con el 29% (47.893 migrantes). Para hacernos una representación más precisa, es como tener la población de dos municipios como San Juan del Cesar y Fonseca, dentro de estos dos últimos.
Esta situación ha puesto en jaque la vida socioeconómica de la región, creando una presión adicional sobre los servicios sociales y el sistema productivo. La llegada de esta población, que buscan escapar de la crisis en su país, ha sobrecargado los servicios públicos y ha aumentado la competencia por empleos y recursos limitados. La Guajira ha absorbido esta carga fiscal, demostrando solidaridad con los migrantes, pero a un costo muy importante para su propia infraestructura y bienestar. Teniendo en cuenta que este flujo migratorio constante, ha llevado a una mayor demanda de vivienda, atención médica y educación, áreas en las que ya se enfrentaban desafíos antes de esta situación.
En este contexto, es crucial ser cautelosos y la diplomacia por parte de las autoridades locales y nacionales debe ser la respuesta. Es imperante pensar con la cabeza fría y no con la efervescencia creada desde algunos medios de comunicación y opositores, quienes, en la premura del debate político, son capaces de crear crisis y efectos negativos para ambos países.
Es oportuno que para la tranquilidad de los venezolanos y la comunidad internacional, se debe dar claridad sobre el ganador real de las elecciones, y por supuesto el mundo debe conocer las actas de estas. La posición de Colombia debe ser diplomática, buscando siempre fortalecer las relaciones gubernamentales y evitar la escalada de tensiones acaben en más violencia o incluso en llamados a intervenciones militares, que ya son historia en Latinoamérica, para derrocar a un presidente. Y asimismo, la cooperación transfronteriza es esencial para abordar los problemas de seguridad, migración y desarrollo económico en la región.